viernes, 23 de octubre de 2009

Impregnar compulsivamente una pértiga con resina negra

A mi padre y a mi siempre nos ha gustado Yelena Isinbayeva.

Fue durante la final de unos mundiales cuando nos enamoramos de ella. Eran altas horas de la noche y se disputaba la gran final de salto con pértiga en la que una desconocida atleta rusa competía contra otra por la medalla de oro.

Ganó. Y no solo eso, sino que pidió que subiesen la barra para intentar batir el record del mundo. Y lo hizo.

Desde ese día mi padre y yo nos hemos emocionado siempre con las competiciones del "gran salto" como dos niños pequeños. Nos ponemos nerviosos, agarramos el sillón con fuerza y aguantamos la respiración cuando nuestra pequeña-gran heroína se habla a sí misma mientras impregna compulsivamente la pértiga con resina negra. Y empieza a correr, al ritmo de las palmas que la animan en el estadio, clava la pértiga y salta. Se eleva por los aires, vuelva y vuela... y lo consigue. Y entonces saltamos, gritamos, aplaudimos y hasta casi lloramos. Porque una vez mas lo ha conseguido y nosotros hemos vuelto a estar ahí para verlo.
Estuvimos cuando una atleta se metió con ella, diciendo prácticamente que la iba a machacar. Nuestra querida Yelena la dió una lección no solo ganándola de sobra, sino marcando un nuevo record del mundo.
Estuvimos cuando este verano perdió el título de Campeona del Mundo en Berlín, pero también estuvimos cuando una semana después volvió a batir una vez mas su propio record del mundo.
Hace poco más de un mes, estaba delante del ordenador y me metí en la página de El País para leer las noticias. Ahí vi que la había concedido el Premio Príncipe de Asturias del Deporte y sentí una gran alegría, agarré el teléfono y empecé a marcar el número de teléfono de mi padre. Pero justo en el momento en el que iba a pulsar la tecla de "llamar" sonó el teléfono. Era mi padre que acababa de enterarse por la radio de la gran noticia: "Se lo han dado a Yelena. A la rusa. A la de la pértiga"; me decía emocionado.

Yo nunca he sido buena en deporte. He pasado por la danza, el aerobic y la natación. La única medalla que he ganado ha sido una que me dieron por participar en una maratón de natación y para mi eso fue como un Príncipe de Asturias. Una cosa muy pequeña, sin valor para otros, pero con mucho para mi. Un "sigue adelante".

Hoy he tenido de todo: dos grandes momentos y uno un poco malo... Y por supuesto, lo que está por llegar. Pero en esta vida, no hay que rendirse. Cada día debemos seguir intentando superar nuestro propio record del mundo.

Felicidades mi querida Yelena.

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