jueves, 9 de diciembre de 2010

Chicas trabajadoras


Lo mejor que pude hacer ayer fue ver “Armas de Mujer” (título original “Working girl”). Esta peli la vi en mi más tierna infancia, cuando teníamos Canal+ en la casa de la abuela y podíamos grabar películas con el vídeo.

En ella una Melanie Griffith subidita de peso (en relación a los figurines actuales de la gran pantalla) guapa, dulce y preciosa, ve como un día todo su futuro se desmorona. ¿Y qué hace? Pues arriesgar el todo por el todo.

La película se puede ver desde varios puntos de vista. Si pillas el mensaje de que uno en la vida debe de conseguir ser un tiburón de las finanzas, que eso de quedarte como secretaria, es lo peor de lo peor, la película no te gustará nada. Pero si en vez de verla con esos ojos, decides que lo que realmente te está contando es la historia de una chica que se ha sacado el título en la escuela nocturna, que vale mucho en su trabajo y que por el hecho de no haber estudiado en Harvard ya se le considera un ser inferior y que un día decide plantarse y “saltarse las reglas” para conseguir su objetivo profesional (aunque este sea convertirse en una tiburona), la película llega a gustarte bastante. Y si ya decides que lo que estás viendo es una película sobre una mujer que no se rinde ante nada, que aunque todo le sale mal, no para de luchar, se convierte en una de tus favoritas.

Completa el reparto principal un Harrison Ford muy bien elegido. Las partes cómicas de este personaje no tienen precio (“¿le apetece una última copa?”) Y si ya nos fijamos en la mala malísima Sigourney Weaver, haciendo de repija de la Quinta Avenida, que le va el papel como anillo al dedo; evidentemente puedes pasar un buen rato.

Pero, como pasa en estas películas, siempre hay un personaje que se le puede llegar a considerar “el diamante en bruto”. Es esa Cyn, la mejor amiga del personaje de Griffith, interpretada por Joan Cusack, la que llega hacer las delicias del espectador cuando aparece. Las sombras de ojos, el peinado ochentero y su “a veces, canto y bailo en ropa interior y eso no me convierte en Madonna. Jamás lo seré” hacen que cada vez que aparezca sepas que se avecina una escena memorable.

Y para terminar, siempre quedará esa canción “Let the river run” para escuchar en cualquier parte y que creo que nunca pasará de moda.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy graaaande. De las mejores cuando estás de bajón.

Ana.