martes, 10 de enero de 2012

Uno de los sitios más agradables que conozco: la biblio de San Fer



Yo la veo como un templo de cultura, concentración, juventud, buenas vibraciones y... aire acondicionado. Porque cuando más la he visitado ha sido en las temporadas de estudio veraniegas. En casa, si ponía el aire acondicionado (a parte de gastar mucha energía) conseguía que se me congelase todo el cuerpo. Sin embargo, si me limitaba a simplemente abrir la ventana, podía derretirme encima de los apuntes. Así que finalmente llegué a la conclusión de que el desplazarme todos los días a la biblioteca de mi pueblo, posiblemente no fuese tan mala idea, pues estuviese yo o no, el aire acondicionado iba a estar encendido, por lo que no incrementaba el gasto de energía y de la factura de la luz, y además conseguía airearme un poco con las idas y las venidas. Solo tenía que llevarme los apuntes y una chaqueta por si acaso el funcionario correspondiente tenía algún que otro síntoma de la menopausia.

Con esta tontería de irme a estudiar, descubrí que además de encontrarme en un sitio en el que podía aprovechar mucho más las horas de estudio, era capaz de obtener los últimas tendencias en moda, complementos, piercings y echar un vistazo a los apuntes para deducir las carreras más demandadas; y de paso las asignaturas mas cateadas.

En cuanto a las salas de libros, todas están llenas de estanterías (por desgracia, no rebosan) y cada una de ellas tiene un funcionario guardando los tesoros. Son gente agradable, en torno a 40 años. Pasan los códigos de barras por el lector con mucha delicadeza y siempre te hablan con voz agradable (aunque a veces, resulta demasiado alta teniendo en cuenta que estamos en una sala en la que también se estudia) Y la verdad es que tienen grandes detalles. Cuando hay exámenes siempre incrementan el horario de apertura, tenemos un club de lectura, sesiones de cuenta cuentos para adultos y pequeños, ciberteca, exposiciones, películas, discos, libros en rumano, inglés, francés...

El chico que se encuentra en la puerta me hace mucha gracia. Es alto, delgaducho y siempre, en torno a las 7 de la tarde, suele sacar de los bajos de su mesa una bolsa de plástico. ¿Qué contendrá tal saco? Muy sencillo: ni más ni menos que dos piezas de fruta. Cuida de los libros que están en la exposición mensual de la entrada, responde a tus preguntas y si no hay nadie, lee y lee; porque no tiene ordenador. Y... últimamente, echa la bronca a los jóvenes que abusan del móvil en el pasillo.

También tenemos una sala donde se pueden consultar periódicos y revistas. Siempre hay gente. Se sientan en los mullidos sillones, en las mesas redondas y leen las revistas y dominicales con sumo cuidado y obediencia, pues saben que al final, esas páginas son de todos. Y lo que es de todos hay que cuidarlo.

Me gusta mucho mi biblioteca. Me encanta pasear entre sus muros y sus infinitas escaleras (las cuales forman un laberinto bastante particular) y sentir que efectivamente ahí es donde voy a encontrar muchas respuestas, donde voy a tener fuentes de inspiración, de evasión, donde veo a jóvenes como yo estudiando, intercambiando opiniones, apoyándose los unos a los otros ("¿qué tal te fue el examen ayer?", "¡un día menos para el final", "¿nos echamos un piti?"...)

Si tienes la oportunidad, pásate por allí. No lo lamentarás.

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